Toledo


Ya no sé a quién escribir. Últimamente, en realidad ya no sé ni qué escribir…Poco a poco vas perdiendo las ganas de vivir. Estás sumido en una realidad que no te corresponde, pero de la cual no puedes escapar.


Ya han pasado más de dos años desde que murió mi hermano en aquella plaza de Venecia, y todavía soy yo la que sufre las consecuencias. A veces maldigo a mi hermano y a aquel asesino por no haber sido yo la asesinada y maldigo la hora en la que ese puñal no fue a parar a mi pecho. Por suerte, mi orgullo me hace seguir adelante, aunque en realidad no sepa donde me guíen mis pasos. Sé que es arriesgado seguir escribiéndote, y más aún sabiendo que no me vas a responder, pero aunque no me respondas, aunque incluso hayas muerto, tengo la necesidad de pensar que hay alguien que sabe que me conoce, alguien con quien comunicarme, alguien que sabe que existo.


Te lo he dicho ya mil veces, pero tengo alguna novedad. Ahora vivo en Toledo bajo la protección del gobierno de España con la condición de exiliada política. Por supuesto, el gobierno Italiano sabe que estoy aquí, pero no pueden tocarme. Además, sólo el gobierno español sabe dónde vivo, y por suerte está de mi lado. Sabe que no fui la causante de los envenenamientos y defiende a mi familia. Aún así, el gobierno italiano está presionando mucho a la Unión Europea y España no aguantará demasiado. Se defienden diciendo que era la única persona que controlaba en la cocina, pero no tienen en cuenta que mi hermano murió en las manos del mismo asesino que provocó aquella masacre, no son capaces de ver que hay un asesino suelto.


En realidad sólo quieren tener a alguien entre rejas para poder culparle y así tener contento al pueblo italiano, pero ambos sabemos que eso es pan para hoy y hambre para mañana. Aun así tengo miedo. Miedo de que el gobierno español ceda ante los chantajes del italiano y miedo de que ese desgraciado se atreva a venir a Toledo. Ya conseguí burlarle en Zaragoza gracias al padre Fermín, que consiguió ocultarme en su abadía durante una semana hasta que fue seguro huir de allí. No sé qué habría hecho sin su ayuda, ahora temo que esos cabrones se lo hayan cargado y me siento culpable, pero no puedo arriesgarme jugando a los detectives, no ahora. Ahora sólo puedo esperar escondida en este antro, pero no aguantaré mucho más. He oído que el viernes que viene un consulado del gobierno italiano llegará a Madrid para zanjar el asunto. Si en esa fecha la embajada española no se ha comunicado conmigo, no tendré otro remedio que escapar, porque si no me dicen nada, eso significará que me entregarán, y entonces mi lucha no habrá servido para nada.


Por desgracia, mi perseguidor sigue escondido y por lo visto no se atreve a salir a la luz. Sólo sé que Ricardo Manzanares era sólo la marioneta de este hombre, y que engañado y traicionado por el que debía ser su amigo de toda la vida, murió como todos ellos. Esto sólo me dice que el asesino compartió vida con él en sus primero años de vida en España, pero que pronto se mudó por problemas económicos de su familia, aunque ellos dos siguieron manteniendo el contacto hasta el día en el que Ricardo murió. Se aprovechó de él con un fin, pero ¿qué fin? Esto me va a volver loca. ¿Acaso es el asesino el nuevo presidente de Italia? Ya no sé qué pensar. Seguiré indagando, pero supongo que no desde aquí. Esta ciudad está cada vez más corrompida por la mafia italiana.


Ya no te pido que esté al tanto, que me contestes o que investigues para ayudarme. Ahora la mejor ayuda que me puedes dar es estando viva. Vive y vivirá en mí un rayo de esperanza.


Silvia

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